El español jugó un partido perfecto, destruyó la resistencia del serbio y ganó su cuarto Grand Slam.
Carlos Alcaraz (3º) es un jugador que recibe piropos hasta del más agrio: tiene un carisma especial. Otro aura que se ve sobre la cancha. Por momentos, conecta esos pasos de ballet dignos de Roger Federer; luego se aferra al césped y corre de un lado al otro con la garra de Rafael Nadal y finalmente aplica los golpes de revés de Novak Djokovic (2º). Sí, todo ese combo exhibió para vencer justamente al serbio en la final de Wimbledon por 6-2, 6-2 y 7-6 (4) en 2h27m y consagrarse campeón.
No hubo equivalencias. ¿Djokovic jugó un mal partido? Si bien no estuvo a su mejor nivel y cometió varios errores no forzados que se suelen pagar en un duelo tan decisivo, es imposible llegar a esa conclusión. Es que la principal razón para explicar el resultado fue el juego del español de 21 años. Desfachatado, sin miedo a perder y con una competitividad absoluta, se plantó en el fondo de la cancha y exhibió varios recursos para desafiar a la historia. Y es que eso debió hacer en un cruce ante el máximo ganador de Grand Slams, que buscaba su 25º major.
Pero Alcaraz va para adelante. Con errores y aciertos, prefiere morir siempre con la suya y, de ese modo, despierta ilusión en la gente. Y en la Catedral del tenis olió sangre en un rival que parecía herido psicológicamente. Al Nole no hallar soluciones a los problemas planteados del otro lado de la red, el pupilo de Juan Carlos Ferrero seguía camino esquivando los arpones. Mientras el balcánico exploraba otras opciones para despertar y meterse en partido (trató de ir mucho a la red, aunque con poca efectividad), el español siempre hallaba la manera de salir bien parado. Con una explosión física, una derecha picante y un drop quirúrgico armó un paquete letal.
En los dos primeros parciales, Carlitos no falló una nota de la partitura. Todo le salió bien. De hecho, con la templanza de un veterano, pasó el fragor de los momentos tormentosos (hubo pocos, pero los hubo) y sacó una ventaja difícil de descontar.
Sin embargo, Nole es el mejor jugador de la historia. O, al menos, eso lo demuestran los números y las diferentes estadísticas. Y nunca dejó de luchar: sabía que hasta que no daba el brazo a torcer y veía a su adversario festejar, iba a tener posibilidades. En ese sentido, el partido se tornó más parejo. De detalles. Y si bien se ajustó y todo el público presente en Londres y en sus casas vibró por la emoción del encuentro, a Alcaraz no le tembló el pulso y hasta se puso 5-4 y 40/0 arriba. Tres puntos para campeonato. Todo parecía cerrado, pero Nole volvió de las cenizas y forzó un tiebreak. Eso sí, el destino estaba marcado para el Nº 3 del ranking.
Al cabo, Alcaraz se llevó el souvenir de metal más preciado y volvió a sumar una página suya en los libros de los récords de historia: ahora se convirtió en el 12º singlista en completar el doblete de Roland Garros y Wimbledon en una misma temporada.
Fuente: Olé.